domingo, 10 de julio de 2011

Adiós a un verdadero revolucionario: Raúl Zurita Daza

Hernando Vanegas Toloza
Murió Raúl, nuestro camarada y amigo incomparable. Lo hizo en su Venezuela del alma. Su país. Al que tanto le dió y al que tanto amaba.
Como hay hombres que nunca declinan en la lucha, Raúl nunca desistió del reto de hacer la revolución. Luchador revolucionario desde su tierna infancia, sumó en su lucha por la liberación de su país y la lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanos, la lucha contra un cáncer. Lucha estoica, razonablemente entendida y cerebralmente asimilada.
Sabía que la lucha por la Revolución Bolivariana era la lucha por la solidaridad internacionalista. A ella dedicó sus energías. Y en ese andar me lo tropecé en los últimos años de su vida. Hablamos como lo hacen dos revolucionarios. Claramente. Me dijo que mi puesto estaba en la Revolución Bolivariana de Venezuela. Que la revolución era nuestra salvación. Consideraba que ésta era el momento de resarcir tantos y tantos años de sufrimientos, de privaciones, de sinsabores. Lo decía con el convencimiento de quien sabía lo que vivía, con la templanza de toda la vida de lucha. Consideraba que la Revolución Bolivariana era la revolución
Periodista y deportista. Dedicó sus producciones a direccionar la información en el sentido de clarificar los esfuerzos para reivindicar la lucha de los caídos en lucha. Su hermano Iván, uno de ellos. Vivía con la preocupación de la suerte de sus hermanos, de todos ellos. Luchadores de la misma causa, al igual que él. Luchadores por un mundo mejor. Lucha que producía mil sinsabores pero que él estaba comenzando a saborear las mieles del triunfo popular.
Me emocionó oírlo contar el golpe del 2002 y la respuesta popular que restituyó a Chávez como presidente. Su verbo encendido de pasión revolucionaria contaba a quien lo quisiera escuchar esa victoria épica del pueblo venezolano. Le manifesté que ese día lloramos de dolor y después de alegría cuando el pueblo se volcó a las calles a defender al personero que el pueblo quería como máximo dirigente de la revolución. Las luchas se sucedieron y suceden en infinitud de acontecimientos. Poder popular. Radios comunitarias. Milicias revolucionarias.
Lo ví otras dos veces. Y ya no pude alcanzarlo más. Quedé con la sensación de su pérdida. Yo sabía que el cáncer lo estaba minando por dentro. Él sabía que era inútil la lucha. Que en este caso su lucha sería estéril. Ya de regreso en Suecia, un día me llama el negro Cheo para decirme que Raúl había muerto. Dos lágrimas furtivas brotaron de mis ojos. Y pensé. Mis verdaderos amigos se me están muriendo. No por ser parte de la vida la muerte de uno de ellos me sorprende.,
Quizá en unos pocos meses o años nos veremos en esa nueva dimensión que nos tocará transitar. Y en ella, como en ésta, allí nos encontraremos, luchando, organizando, publicando. He estado como seco y hoy por fin me decido a escribirle esta terrenal despedida. Nos vemos, Raúl. Seguimos en la brega!  

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